Moteki: La música como puente y refugio emocional
Sí, nueva sección sobre películas japonesas relacionadas con la música.
¡Hola! Esta semana no me motivaban mucho los lanzamientos musicales que acaban de salir. Así que la entrega de hoy no es un express, sino el inicio de una nueva sección puntual1 donde comentaré alguna película o documental japonés (que no tiene que ajustarse a la actualidad, como en el caso de hoy) donde la música sea un elemento que destaque de una manera u otra relacionada principalmente con la trama.
En muchos sentidos, Moteki (2011) no es solo una película que evoca la época efervescente2 de su estreno, sino también es en buena medida un reflejo de mis propios gustos en música y cultura pop3. Una película que entrelaza música, estética y vivencias que han seguido siendo un referente, tanto en mí como en quienes compartimos el interés por el pop japonés y su escena indie. En otras palabras, es inevitable sentirse identificado, no solo porque los referentes musicales que aborda de manera directa o indirecta –desde Shinsei Kamattechan, Cornelius y Ging Nang Boyz hasta nombres como Perfume o Yasuyuki Okamura– forman también parte de mi propia banda sonora y también por conectar con gente afín en Twitter y otras redes sociales, o simplemente el estar ahora escribiendo sobre música. Todo es “un conjunto” de algo que está relacionado con esos años.
Pero bueno, antes de comenzar os preguntaréis qué pasa con el express que debería haber salido. Realmente no tiene mucho misterio: las novedades no me incitaban a escribir. Aunque la entrada de hoy para la newsletter tampoco es casual, y, de hecho, no quiero que sea solo algo puntual. Japón también ha dado al cine múltiples películas con este vínculo tan especial entre la música y los sentimientos de varias generaciones, así que mi plan es que este texto sea el primero de una sección fija, quizá mensual4, que explore esa intersección. Así, Moteki, una de las pocas comedias que he visto ensalzada por la crítica japonesa5, se convierte en el punto de partida para reflexionar sobre el cine japonés y la conexión que la música crea entre personajes, entre otros temas que ya iremos viendo.
El film, dirigido por Hitoshi Ohne, se basa en el dorama del mismo nombre que a su vez se basaba en el manga homónimo de Mitsuro Kubo6 y se centra en Yukiyo Fujimoto (interpretado por Mirai Moriyama), un nerd que acaba de estrenar la treintena atrapado en una encrucijada emocional al enfrentarse a su inesperado “moteki”, ese momento de popularidad en su vida amorosa que lo empuja a confrontar su inmadurez y sus sentimientos después de unos cuantos desencuentros que pasaron en su versión televisiva7. En este momento Yukiyo se encuentra en un momento decisivo de su vida cuando comienza un nuevo trabajo escribiendo para Natalie8, la famosa web de cultura pop referente a día de hoy. Y sí, sigue buscando novia. Tiene una guapa supervisora junior llamada Motoko (Yoko Maki) pero resulta ser una pesadilla para él debido a la propia torpeza de Yukiyo en sus labores de la web, pero este pronto encuentra consuelo mensajeándose por Twitter con un chico que comparte sus intereses musicales.
Sin embargo, cuando por fin se conocen en persona, resulta que “el tipo” es en realidad Miyuki (Masami Nagasawa9), una chica llamativa de piernas interminables que ha estado ocultando su identidad en redes sociales para protegerse así de los peligros del mundo digital. Curiosamente, para sorpresa y deleite de Yukiyo, Miyuki no se siente intimidada por su aspecto friki; al contrario, es obvio que hacen buenas migas. Pero, oh sorpresa, la guapa muchacha tiene un novio al que no piensa dejar. Aún con ese problema presente, Yukiyo siente que ha creado un lazo con alguien que encaja completamente en su ideal y celebra esta conexión en una larga y divertida escena musical, coreografiada por Mikiko, con las Perfume interpretando Baby Cruising Love junto a Yukiyo10.
Gracias a ese Moteki, Yukiyo claramente está en racha y también establece lazos con la amiga de Miyuki, una treintañera Office Lady llamada Rumiko (Kumiko Aso), durante el transcurso de una animada cena y posterior sesión de karaoke con los compañeros de Natalie. Más tarde, cuando nuestro protagonista acompaña a su jefe (Lily Franky) a un bar de alterne para rematar la noche, se lía con Ai (Naka Riisa), una chica bastante despreocupada que también empieza a sentirse atraída hasta tal punto de pensar en si este sería un buen padre para su recién nacido bebé. Incluso la irónica Motoko empieza a interesarse levemente por él más allá de lo profesional. Pero aunque se va relacionando con otras mujeres como Rumiko y Ai, Yukiyo sigue sin poder olvidar a Miyuki, quien ese primer contacto con ella atisba un ideal inalcanzable, revelando de paso sus propias inseguridades y una inmadurez emocional que aún no ha superado
Como decía al principio, ver Moteki ahora me ha llevado a algo más allá de una simple comedia romántica: me ha parecido un claro retrato de cómo la música se convierte en refugio, en una herramienta de conexión emocional y reflejo de identidad. Y es que la música en Moteki no solo ambienta, sino que delata las emociones ocultas de los personajes, siendo más bien una extensión de sus personalidades, esperanzas y conflictos. Así que al estar tan fuertemente vinculado con la música, el relato de Moteki es también una exploración de cómo los gustos y las tendencias musicales pueden definir la vida de las personas. Tanto en el manga, como en el dorama y en la película, las referencias a músicos y géneros no son un simple fondo sonoro, sino una parte fundamental de los personajes y sus emociones.
En parte por eso se entiende que la película cuente con una banda sonora que incluye temas de gente ya más asociados a los 80 y 90, como Yasuyuki Okamura, Judy and Mary o TM Network, nombres que en su día fueron mainstream, pero que ya por esa época habían comenzado a adquirir un cariz más de culto. Y también aparecen otros nombres más asociados a 2011 y los años siguientes, como Quruli, Queen Bee11 o N´Shukugawa Boys12. Esta amalgama de épocas subraya la tensión entre las raíces de Yukiyo y el impulso por avanzar, tanto en su vida emocional como en su identidad profesional. Pero lo interesante es que estas apariciones no es que sean añadidos sin más, sino que, a medida que Yukiyo transita entre sus relaciones y dramas personales, el rol de la música se vuelve casi terapéutico, una constante que lo ayuda a procesar su identidad en los muchos momentos de confusión y soledad que vemos en el metraje.
Paralelismo entre personajes: La música como puente entre Yukiyo e Rumiko
En otras palabras, para Yukiyo, la música es su forma de calmar sus ansiedades y enfrentarse al mundo13, pero también de intensificar esos momentos en los que se siente eufórico o completamente perdido. No solo se motiva escuchando Hashire! de las Momoiro Clover Z, sino que también supera “bajonas” escuchando Self Control de TM Network y cuando hace lo propio con Camouflage de Mariya Takeuchi le sirve como empujón para declararse. Durante la historia, trabajando ni más ni menos que para Natalie.mu, vemos que incluso su vida profesional gira en torno a la música y a la cultura pop, todo un éxito para él ya que esto representa una conexión directa con su mundo interior. Pero como buen personaje con ciertas taras sociales, Yukiyo es contradictorio: tiene una inmensa pasión por la música, pero sufre para conectar emocionalmente con quienes le rodean, incluso con sus mismos gustos. Ahí es cuando en varias escenas podemos ver también cómo utiliza la música para regular sus emociones, ya sea para acompañarse en la soledad o superar un desengaño.
Por otro lado, Rumiko también usa la música como refugio. Su forma de encontrar consuelo en la música se da también en un entorno íntimo, ya que suele ir sola al karaoke para desconectarse y reencontrarse consigo misma. Esta faceta de Rumiko nos hace entender que intenta una búsqueda similar a la de Yukiyo, pero quizá más introspectiva y personal en su forma “triste” por aquello de ir a uno de esos sitios sola. Cuando en un momento de la historia ambos personajes se atreven a ir juntos al karaoke a cantar un popurrí de B´z, este acto se convierte en un momento de inflexión para ambos, marcando un punto en el que logran expresarse y entenderse a través de la música de una manera que las palabras no podrían lograr.
Esta relación no es fácil ni simple, ya que aunque ambos personajes se han conectado y “desnudado” emocionalmente en ese momento, tienen gustos musicales distintos que reflejan sus diferentes personalidades y formas de enfrentar la vida. Sin embargo esta discordancia se convierte en un puente que les permite comprenderse y apoyarse mutuamente, al menos por un momento, en sus respectivas búsquedas de significado y conexión emocional. Para Yukiyo e Rumiko, la música es ese espacio seguro que les permite conectar con sus emociones de una forma privada y sin las barreras que imponen sus propios miedos sociales.
Pero como decía, Yukiyo solo tiene ojos para Miyuki.
El triángulo amoroso: música, madurez y el “obstáculo” de la vida adulta
Aunque tienen mucho en común en cuanto a gustos y trabajo (de hecho Miyuki trabaja en Eyescream14, una revista cultural centrada más bien en moda y música), la relación entre Yukiyo y Miyuki es complicada, ya que ella está vinculada con otro hombre que resulta estar casado. Y para más inri, es un personaje que además ha creado un festival de música que está de moda. Esto coloca a Yukiyo en una posición tanto emocional como profesional difícil, ya que en un momento debe entrevistar al novio de Miyuki como parte de su trabajo en Natalie. Este rol de intermediario refuerza esa frustración y su sentido de competencia, especialmente al ver que Miyuki, quien comparte su amor por la música y con quien parece tener una conexión más natural, sigue siendo inalcanzable.
Aquí es donde la música actúa como un elemento que no solo une, sino que también separa a los personajes. Mientras que Yukiyo ve en Miyuki no solo a una chica guapa, sino también una figura idealizada por él mismo, ella parece no percibir el mismo nivel de conexión o madurez en él. De hecho, en la película, Miyuki llega a rechazar a Yukiyo con una frase clave: “Si salgo contigo, no maduraré”. Esta frase es particularmente significativa y conecta de manera curiosa con otra obra de Moriyama, la película Bokutachi wa Minna Otona ni Narenakatta (No todos pudimos madurar), al resumir la lucha de Yukiyo y de otros personajes que buscan alcanzar una estabilidad emocional en un mundo cambiante. Miyuki, en este caso, no quiere verse “estancada” en ese mundo que percibe más juvenil o “incompleto”, prefiriendo avanzar hacia un camino que le aporte una seguridad o madurez que Yukiyo no puede ofrecerle en ese momento. Sin embargo, a medida que avanza la historia, es obvio que el punto central para ambos es justamente abrazar lo que realmente te hace disfrutar, dejando la “madurez” como un ideal relativo y, tal vez, inalcanzable.
El poder de la música para conectar generaciones y marcar una etapa
Al final Moteki no es solo una historia de amor y comedia, sino también una representación de cierta generación que encontró en la música una forma de expresar sus sueños, frustraciones y esperanzas por primera vez de una manera expandida y global. Yukiyo no es solo un romántico empedernido “a su manera”, sino también un representante de una generación que, en medio de las redes sociales y el acceso ilimitado a la cultura, ha encontrado en la música –principalmente la indie– un vehículo para forjar conexiones auténticas en un mundo ya fragmentado. Todo además ambientado en una época marcada por el cambio que trajo las RR.SS, y el deseo de entenderse a través de la cultura pop. Para quienes han experimentado el impacto de un grupo, un disco o una canción en momentos de soledad o incertidumbre, Moteki nos recuerda que la música no solo acompaña nuestras experiencias, sino que también actúa como un reflejo de quienes somos y de lo que nos gustaría ser.
A pesar de la transformación –para mal– de plataformas como Twitter, el cambio en los gustos musicales y el surgimiento de nuevas tendencias, Moteki destaca que hay elementos que trascienden el tiempo. Su banda sonora no solo evoca el espíritu de su época, sino que también conecta con temas de otras décadas, recordando canciones que capturan emociones universales—amor, soledad y anhelo de pertenencia—que han seguido siendo un referente más allá de cualquier moda. Así, los medios como la misma Natalie y lo que surge desde la cultura pop japonesa crean un archivo emocional donde la identidad moderna encuentra su refugio, haciendo de la música un puente entre generaciones. O sea, Moteki nos recuerda que, aunque los tiempos cambien, el amor por la música y las conexiones que crea al final son atemporales.
Aparte hay que reconocer que la película se toma bastante en serio la búsqueda del amor de sus personajes, mostrando tanto el dolor de la decepción como cierto deleite cuando una fantasía sexual se hace realidad. Aunque, en fin, ya he mencionado que es mucho más que una comedia romántica: es un tributo a la música y a la capacidad que tiene de marcar nuestras vidas, de aquello de poder conectar a personas, aunque sean de otras generaciones y de recordarnos, cada vez que escuchamos una canción, quiénes somos y de dónde venimos. Que el mundo evoluciona, pero la música siempre contará con ese vínculo eterno donde encontrar refugio y sentido en las canciones que marcan nuestra vida.
Nos vemos la semana que viene. Estos días en verdad han salido cosillas interesantes aunque no haya habido express, así que ya los iremos viendo el próximo día 22 de noviembre.
Ah sí, hice playlist de la música que aparece en el film (aunque creo que me faltan algunas canciones que no encuentro, ya iré actualizando). Tenéis el link en spotify aquí y a continuación:
Para cualquier asunto sabed que también estoy por Twitter/X, Bluesky y Threads ¡saludos!
Básicamente cuando pase como esta semana. No me gusta dejar de lado la newsletter tanto tiempo.
Para mí lo era. Gran parte de los artistas que aparecen de manera recurrente en los Express no dejan de ser gente que me interesaba ya por esa época.
Esto ya es algo que he comentado en alguna ocasión. No sé, últimamente me ha dado por mirar un poco hacia atrás en el tiempo...
No lo aseguro, eh. Pero la idea es que sea algo periódico.
Estuvo nominada incluso en los premios de la academia japonesa en cuatro de las categorías. Y algún premio se llevó en otros eventos. Ya digo, es raro que a estas películas se las tenga en cuenta, lo normal es que lo melodramático llame más la atención en este tipo de premios.
Mejor conocida como la autora de Yuri on Ice.
De hecho Moteki comienza un año después de que concluyera la historia de la serie, aunque no es necesario ver estas adaptaciones para disfrutar del film.
El nombre de la web es por una canción de Julio Iglesias. No es broma, en la entrada en Wikipedia de Natalie aparece esa info.
En su época de Femme Fatale.
Mirai Moriyama llegó a actuar en un concierto con el trío. El tipo, aunque tiene una carrera más que sólida en el cine, su especialidad es la danza realmente.
Quizá de las primeras apariciones del grupo. Me sorprendió verles en la peli sinceramente.
Joder, este grupo era muy interesante aunque quizá pecaban de mostrar demasiado sus influencias. Siempre me pareció que surgieron en la época equivocada.
Es de estos que se le suele tildar de virgen de manera despectiva.
Y/o también en Ongaku to hito. Ahora mismo no me acuerdo. Pero vamos, en esencia es una colega del prota.
Ains, me he dado cuenta que he confundido el nombre de una de las chicas en el texto xD. En la versión web está este asunto corregido 🙏.