El Big Bang: Crónica de los Group Sounds
Nos adentramos en la fiebre sixties que transformó Japón y cuyo eco todavía sigue presente en la industria musical.
Esta semana no hay express, pero aprovechando que las Kinoko Hotel acaban de sacar disco1, sí he podido hacer una aproximación a los group sounds, la version yeyé japonesa que cautivó a la muchachada y escandalizó a los puretas del Japón de la segunda mitad de los 60. Así que afina tu estilo: enfúndate una chaqueta militar de corte impecable, átate un pañuelo al cuello, ponte esas gafas de sol redondas —las que esconden miradas de estrella de rock— y prepárate para vibrar al ritmo de The Tigers [Seaside bound, go bound!!!].
Antes del Big Bang, hubo un zumbido. Un rumor eléctrico que venía de las guitarras de surf rock y se colaba en el kayōkyoku más atrevido. Japón intuía que algo iba a pasar, pero nadie estaba preparado para la onda expansiva de 1966. Cuando The Beatles aterrizaron en Haneda, no solo importaron melodías y flequillos; detonaron una bomba cultural. De la zona cero de aquel cráter surgió la primera, y quizás más pura, fiebre juvenil de Japón: los Group Sounds (GS).
Fue un pecado original y, a la vez, una bendición disfrazada. Un movimiento nacido con la contradicción en su ADN: por un lado, la energía cruda y el anhelo de rebelión de una juventud que descubría el rock; por otro, la mano perfectamente calculada de una industria musical que vio un filón de oro. El GS fue un espectáculo de guitarras, gritos y trajes a juego, sí, pero también fue el laboratorio donde se diseñó el futuro de toda la música japonesa. Y ese eco, ese estruendo primordial, resuena hoy en los lugares más insospechados. Este es un viaje a ese choque de placas tectónicas entre rebeldía juvenil y maquinaria industrial, entre imitación y creación pura, que fundó el ADN del J-Pop moderno.
El Big Bang (1966-1967) - La Explosión y el Pacto
La génesis del Group Sounds es la historia de una perfecta confluencia. A principios de los 60, la guitarra eléctrica ya se había colado en el imaginario japonés a través de dos vías. Por un lado, el Rhythm Kayō, donde artistas pop como Yukio Hashi la incorporaban en éxitos como Koi o Suru Nara. Por otro, el Eleki Boom, una obsesión nacional con el surf rock instrumental de grupos como The Ventures que convirtió a guitarristas como Takeshi Terauchi en héroes de la técnica. Pero faltaba la chispa, el componente vocal y la actitud que lo cambiarían todo.
Esa chispa fue la citada visita de The Beatles en 1966. De repente, la fórmula se completó al ver a los cuatro de Liverpool y su actitud, por lo que pronto surgieron múltiples imitadores japoneses. La revista juvenil Shukan Myojo acuñó el término definitorio: Group Sounds, un wasei-eigo (japonés creado a partir de palabras inglesas) que lo encapsulaba todo: "grupos" con un "sonido".
Sin embargo, no nos engañemos: lo que parecía una rebelión juvenil aparentemente espontánea era, en gran medida, una operación comercial meticulosamente orquestada. El GS fue el primer gran pacto con el diablo del pop japonés. Las agencias de talento, como la todopoderosa Watanabe Productions (NabePro), tomaron la energía cruda del rock occidental y la embotellaron usando las herramientas del sistema kayōkyoku2.
Los propios grupos, a menudo, eran meros intérpretes de los éxitos que un ejército de compositores de élite —nombres legendarios como Jun Hashimoto, Rei Nakanishi, y un joven Koichi Sugiyama (sí, el de Dragon Quest3)— fabricaban en despachos. Algo que a posteriori hizo que la influencia de este tipo de grupos se obviara.
Pero incluso esta narrativa del "grupo-marioneta" tiene sus grietas. Para desmontar mitos desde el principio, basta mirar a The Spiders. En abril de 1966, dos meses antes de que los Beatles pisaran el Budokan, ya habían publicado su Album No. 1, un disco lleno de composiciones propias, con temas en japonés, en inglés y en ambos idiomas. Esto demuestra que la autoría, la ambición y un sonido de garage rock plenamente formado existían en la escena desde el minuto cero, desafiando la idea de que todo fue una simple reacción prefabricada.
Y en el corazón de este sonido estaba la tecnología: guitarras con fuzz, órganos Farfisa que zumbaban como abejas eléctricas, efectos de reverb que daban a las canciones una profundidad onírica. Estos instrumentos, llegados a Japón no mucho antes, permitieron a las bandas reinterpretar el rock occidental con un toque propio, creando un híbrido que era tan japonés como universal. Sin esta revolución tecnológica, el GS no habría tenido su firma sonora, ese eco que aún se conserva en el J-Pop de hoy.
La Fiebre y sus Sombras (1967-1969) - El Espectáculo Total
El año 1967 fue el annus mirabilis del GS. De hecho es bastante conocido el dato que decían que se contaban con más de 300 grupos activos en su momento álgido, por lo que era evidente que la fiebre se apoderó de la nación. En el mainstream, el espectáculo era total. The Tigers, liderados por el carismático Kenji "Julie" Sawada, se convirtieron en el fenómeno definitivo gracias a éxitos como Boku no Mary o Seaside Bound, que provocaban escenas de delirio adolescente que rivalizaban con la Beatlemanía, logrando ser los primeros japoneses4 en aparecer en la portada de Rolling Stone.
Pero eran mucho más que chicos que gustaban a quinceañeras; sus ambiciones artísticas eran enormes dentro de aquel mundo encorsetado por la agencias. De hecho su música evolucionó hacia un pop barroco muy sofisticado debido a las inquietudes de miembros como Katsumi Kahashi, que querían ir más allá de ser un idol, culminando en el álbum conceptual Human Renascence (1968), considerado el primero de su tipo en Japón. Detrás de ellos, la mano de Koichi Sugiyama como productor y principal compositor demostraba que el GS era tanto un arte como un negocio de alta precisión.
Junto a ellos, la "troika" del GS tardío la completaban The Tempters, la alternativa más cruda con Kenichi "Sho-ken" Hagiwara al frente, mientras que The Spiders, liderados por el carismático Hiroshi "Monsieur" Kamayatsu (un veterano de la escena western/rockabilly), establecieron el prototipo del ídolo de GS, con esa estética impecable que iba más allá de la música. Los trajes eduardianos, las botas de charol, los flequillos perfectamente peinados y ciertos casos de androginia calculada que desafiaba las normas de género de la época. No era solo un look; era una declaración.
Décadas después, ese ADN visual se filtraría, previo paso por el glam de los 70, en subculturas como el Visual Kei, donde la teatralidad y la ambigüedad de género se convirtieron en arte, o incluso podríamos considerar elementos como el Lolita fashion, que tomó prestada la elegancia retro del GS. Por ellos, la moda Group Sounds no solo sonaba; deslumbraba. The Ox también fueron un caso aparte ya que llevaron la histeria a otro nivel: su cantante, Hideto Noguchi, realizaba una performance en la que fingía desmayarse por la emoción, provocando desmayos reales en cadena entre sus fans adolescentes, un hecho que se convertiría en un símbolo del pánico moral que se avecinaba.
La televisión fue el gran amplificador de esta fiebre. Programas como Shabondama Holiday y The Hit Parade convirtieron a las bandas en ídolos de masas, llevándolas directamente a los hogares japoneses. Cada semana, millones de ojos se pegaban a la pantalla para ver a The Tigers o The Spiders, no solo como músicos, sino como estrellas totales: cantantes, actores, modelos. Este fenómeno mediático no solo alimentó la histeria, sino que también consolidó el GS como un espectáculo integral, donde la imagen era tan crucial como el sonido.
Mientras tanto, en los márgenes de esta escena comercial, estaban surgiendo propuestas incluso mucho más interesantes y arriesgadas. Si The Tigers eran el póster en la pared, Jacks era el diario secreto bajo la cama. Operaban en la misma época, pero su música era de otro planeta. Liderados por el poeta y cantante Yoshio Hayakawa, Jacks creaban un rock-kayo psicodélico, oscuro y existencial. Canciones como Karappo no Sekai (Un Mundo Vacío) sonaban a un nihilismo introspectivo que contrastaba brutalmente con el optimismo pop de The Tigers. Aunque a menudo se les separa del GS por su seriedad artística, en esencia, no dejaban de ser una "banda con un sonido" que surgió del mismo caldo de cultivo junto a la escena de Kansai, representando el cupo de vanguardia artística del movimiento.









Otras bandas como The Mops fueron pioneros del rock psicodélico más salvaje, ganándose un estatus de culto internacional décadas después. The Golden Cups, por su parte, representaban la rebelión desde el purismo del R&B y el blues, negándose a tocar en directo los éxitos pop como Nagai Kami no Shojo (La chica del pelo largo) que les imponía su discográfica. Esta tensión era el corazón del movimiento. La revista Record Collectors documentó cómo muchas bandas, que anhelaban tocar versiones de sus héroes occidentales, se veían forzadas por los sellos a grabar temas de los compositores de la casa, creando una frustración constante entre la vocación artística y la imposición comercial.
Aunque el GS era un mundo predominantemente masculino, las artistas femeninas jugaron un papel crucial. Las bandas de chicas al estilo GS existían, pero en su mayoría se trataban de solistas que adoptaban la estética y el sonido de la época, conocidas como "Hitori GS" (一人GS) o "One-Man Group Sound". Aquí encontramos a Ayumi Ishida, quien, aunque se le asocia más como una cantante de kayōkyoku, tuvo enormes éxitos como Blue Light Yokohama (1968) que capturaban perfectamente la atmósfera sonora de la era.
Otra figura notable fue la colaboración de Kaori Kumi junto a The Tigers, cuyas canciones también eran compuestas y arregladas por Koichi Sugiyama. También estaba Jun Mayuzumi, cuyos éxitos como Tenshi no Yuwaku (La tentación del ángel) son himnos de la era. Sin olvidar a unas jóvenes, Akiko Nakamura5, Mari Natsuki o Linda Yamamoto, que ya estaban activas por la época. Por supuesto, también surgieron bandas íntegramente femeninas como Pinky Chicks, The Cupids o Cookies. Realmente aquí podríamos considerar a prácticamente todo lo que salía en esos años como, por supuesto, artistas icónicos ya consagrados anteriormente, como The Peanuts, ya que el duo de hermanas6 coquetearon con el sonido y estética de la época, dotando a sus temas de arreglos relacionados con el movimiento.
Finalmente, en esta etapa de ebullición, se plantó la semilla de la siguiente era. Concretamente me refiero a una de las bandas más interesantes de la etapa final del GS, que fue The Floral7, del que Chu Kosaka y Hiro Yanagida formaban parte. Su conexión con el arte era explícita: el aclamado y transgresor ilustrador Aquirax Uno diseñó sus portadas y su imagen y musicalmente ya apuntaban hacia una psicodelia más pesada y solemne. Aunque tuvieron una vida corta de no más de tres singles, su importancia no es baladí ya que de sus cenizas nacería Apryl Fool. Una banda capital porque de ahí saldrían poco después Happy End, estableciendo un linaje directo desde la psicodelia tardía del GS hasta el "New Rock".
Colapso y Éxodo (1969-1971) - El Fin de la Inocencia
Romance in the Milkyway, una de las canciones de Sugiyama para The Tigers. Si habéis jugado a los Dragon Quest notaréis unas cuantas similitudes con las bandas sonoras de dicha saga de videojuegos.
La caída del GS fue tan rápida y espectacular como su ascenso. A finales de 1969, la burbuja explotó por una tormenta perfecta de factores. La saturación del mercado era evidente, con cientos de bandas de calidad decreciente e imitándose mutuamente. La evolución musical global, con Woodstock como estandarte, hacía que el pop adolescente del GS y de otros movimientos similares en diferentes puntos del planeta pareciera de repente anticuado frente al rock progresivo, el hard rock y el folk de autor.
Pero el golpe de gracia fue el pánico moral. La sociedad conservadora japonesa, gracias a las múltiples protestas universitarias relacionadas con el comunismo y el socialismo de esos años, vio el pelo largo, las guitarras eléctricas y los gritos como una amenaza. Incidentes como la estampida en un concierto de The Tigers en Nara, las crónicas que hablaban sobre las falsificaciones de entradas por parte de chicas del fandom o los desmayos masivos en los shows de The Ox, desataron la ira de las asociaciones de padres. La cadena pública NHK llegó a prohibir la aparición de bandas de "pelo largo" (¡sí, era "música de melenudos", como se conoce que se decía en la España de Franco!), y los colegios imponían suspensiones y expulsiones a los alumnos que asistían a los conciertos.
En el trasfondo, el GS no era solo música; era un símbolo de una juventud que, sin ser explícitamente política (eso estaba más asociado a la escena Folk Guerrilla), desafiaba el statu quo. Mientras el mundo ardía con protestas y revoluciones culturales, Japón vivía su propia tormenta de cambio. Las melenas, las guitarras estridentes y los gritos eran vistos como una afrenta a la moral tradicional, un eco lejano pero palpable de la rebeldía global de los 60. Aunque el GS no llevaba pancartas, su sola existencia era un acto de insubordinación estética que aterrorizaba a los guardianes del orden.
A estas presiones externas se sumaron los dramas internos. The Tigers, que seguía siendo el grupo más icónico, enfrentó su propia tormenta. La mitología del grupo cuenta que Yasuyo Iino, Miss Japón 1968, fue su "Yoko Ono", una figura cuya relación con Katsumi Kahashi (Toppo, el guitarrista principal de la banda) generó tensiones que precipitaron la caída en gracia de la formación poco después, ya que su visión de ser un miembro de un GS (básicamente estaba en contra de ser un idol que tenía prohibido tener relaciones) no coincidía con Sawada. El destino de Iino, fallecida trágicamente en un incendio no mucho después, añade uno de tantos capítulos sombríos y profundamente humanos a la historia que, directa o indirectamente, suponen un cambio de era.
Justo a su muerte, para 1971, la mayoría de los grupos se habían disuelto. Pero el talento no desapareció; simplemente se transformó. Las grandes estrellas iniciaron exitosas carreras en solitario, como el citado Kenji Sawada. Otros se convirtieron en actores de renombre, como Kenichi Hagiwara (ex de The Tempters8), quien años después reflexionaría con cinismo sobre la era: «Lo que estaba haciendo me parecía falso. No me dejé llevar por completo. Sentía que habíamos tenido éxito por un error, por una casualidad». Los músicos más inquietos, como los futuros miembros de Happy End, buscaron un nuevo camino, uno que implicaba escribir letras más sofisticadas en japonés y explorar nuevos géneros. El GS, como movimiento masivo, había muerto.
La Guerra por la Memoria (Post-1971) - La Construcción del Canon
Aquí es donde la historia se vuelve una batalla por el relato. Durante años, la crítica musical japonesa, en su afán por encontrar una identidad rockera "auténtica" y validada por Occidente, despreció al GS. En las listas de "los mejores álbumes", como la que hizo la edición japonesa de Rolling Stone en 2007, el movimiento digamos que solamente era una nota a pie de página, mientras se coronaba casi por unanimidad a Kazemachi Roman (1971) de Happy End como el punto de partida del "verdadero rock japonés".
Lo curioso es que Kazemachi Roman es, en su esencia, folk-rock de clara inspiración estadounidense. La narrativa oficial se basaba en una supuesta "revolución del lenguaje", pero esta merece un cuestionamiento severo. Es cierto que podríamos considerar que Happy End cambió el enfoque del pop por la crónica poética del Tokio moderno. Pero la idea de que inventaron la lírica sofisticada es una falacia que ignora la riqueza previa: ignora la poesía melancólica de clásicos del Kayōkyoku como Ue o Muite Arukō9; deja de lado la sátira social (experimental) de The Folk Crusaders10 y su Kaette Kita Yopparai; y obvia el abismo existencial de las letras de Jacks.
La realidad es que el endiosamiento de Happy End es una canonización retroactiva. Fue un grupo de culto, un fracaso comercial en su día, elevado a mito cuando sus miembros se convirtieron en gigantes de la industria y la crítica necesitó un punto de origen que encajara en el molde del rock de autor anglosajón. La ironía definitiva, que desmonta este castillo de naipes, es que Takashi Matsumoto se convirtió en el letrista estrella para las idols de los 80 sin modificar mucho la fórmula pop de los 60, Eiichi Ohtaki en pionero del City Pop, y Haruomi Hosono —con Yellow Magic Orchestra— creó una "boyband de vanguardia"11 con un marketing tan potente como el del GS. La supuesta línea entre arte "puro" y comercio "impuro" siempre fue una ficción; todo respondía a la necesidad de un "mito fundacional" que encajara en el molde del rock de autor.
Este prejuicio no es casual: refleja un sesgo que ha afectado a muchos movimientos que no encajan en su marco, donde relegó al GS a la sombra de narrativas más 'auténticas', pese a su riqueza cultural. El canon rockero global valora la autoría y la "originalidad", menospreciando en mayo o menor medida fenómenos como el yé-yé europeo —espejo casi perfecto del GS—, tachándolos de "ingenuos" o "derivativos". En España, grupos como Los Brincos o Los Bravos vivieron una trayectoria idéntica: fiebre juvenil adaptando la Invasión Británica (catalizada por la gira en el país de The Beatles en 1965), saturación comercial, y posterior marginación cuando la crítica local —igual que en Japón— abrazó el rock "serio" (prog, folk).
La doble vara de medir se hace evidente con el Shibuya-kei de los 90: proyectos como Pizzicato Five o Cornelius, que saquearon con ironía posmoderna la estética GS/yé-yé, sí fueron celebrados en Occidente. ¿Por qué? Porque su distancia intelectual era "legible" para la crítica anglosajona podríamos decir, o afín a ella12. El GS y el yé-yé, en cambio, fueron el original sincero: fervor juvenil sin filtros, mezclado con melodías locales y espectáculo pop. Eso los hizo "menos cool" para un canon que valora la autenticidad según sus propios términos. Esta narrativa ignora algo crucial: el GS y el yé-yé no fueron copias, sino adaptaciones culturales legítimas.
El Eco Infinito (Años 80 - Actualidad) - El Legado Real
A pesar del desdén crítico, el legado musical del GS es inmenso y persistente. Durante años el GS fue tratado como mera natsumero (música nostálgica). Sin embargo, a partir de 1980, investigadores como Susumu Kurosawa y músicos como Haruo Chikada comenzaron a revaluar el movimiento después de una época donde la New Music agonizaba. Esta revalorización sacó a la luz joyas ocultas, dando lugar a la categoría de "Cult GS". Se trata de singles raros y a menudo extraños de bandas de nicho que son hoy piezas de coleccionista, como Akaku Akaku Heart ga de The Rangers o el increíblemente titulado Sakhalin no Hi wa Kiezu (Las luces de Sajalín no se apagan) de The Genova.
Así que la primera nostalgia llegó en esos 80 con el concierto reunión "Sayonara Nichigeki Western Carnival" (1981) donde los propios The Tigers llegaron a sacar nuevo disco, aunque con un sonido más acorde a los tiempos y de lo que sería la carrera en solitario de Sawada. Pero la influencia más profunda se gestó en la vanguardia: Plastics, pioneros de la New Wave, titularon su debut de 1980 Welcome Plastics13, un guiño directo al "Welcome Beatles" que organizó Yuya Uchida en el concierto de los de Liverpool en 196614, demostrando que el GS era un referente incluso para los más modernos. No fueron lo únicos, si escucháis temas como Breakout Generation de Ippu-Do o Transistor Radio de RC-Succesion, os daréis cuenta que los grupos de aquella ola se habían criado con grupos de GS. Y en cuanto a solistas otro tanto de lo mismo, un claro ejemplo es Twiggy Twiggy, la primera versión del mítico tema de Pizzicato Five que ya aparecía en el primer disco de Maki Nomiya.
Ese interés se asentó a finales de los 80 en el Neo-GS, la verdadera piedra angular del Shibuya-kei. Centrada en la zona de Tama en Tokio, esta escena, documentada por la revista Kikan Remember de Mamoru Kou, veía el GS como el "garage rock autóctono de Japón". Bandas como The Phantom Gift (liderada por Sally Kubota) y The Collectors se convirtieron en el epicentro de un movimiento que atrajo a un joven Konishi Yasuharu (Pizzicato Five), quien se sintió identificado con su enfoque y acabó produciéndolos. La compilación ATTACK OF... MUSHROOM PEOPLE (1987)15 fue el manifiesto de esta escena, uniendo a bandas que luego nutrirían a Flipper's Guitar, Original Love16 y GREAT3. Incluso grupos de rock clásico pero mainstream, como The Alfee, suelen adoptar la estética a día de hoy.
Y ya como mencionaba, en los 90 el Shibuya-kei saqueó con cariño la estética y el sonido del GS, y sus figuras clave colaboraron con leyendas como Monsieur Kamayatsu, exlíder de The Spiders, que colaboró con Pizzicato Five, Cornelius y Kyoko Koizumi. Hoy, de hecho, el eco sigue vivo. Han habido bandas o solistas de revival directo como Mama Guitar, The Apricots, The Swallows, Kinoko Hotel, Soleil o Salome no Kuchibiru. Pero el ADN es más profundo. Indirectamente la puesta en escena andrógina y la teatralidad de Kenji Sawada (que recordemos que acabó siendo uno de los artistas más presentes en las siguientes décadas) fueron una inspiración fundamental para todo el movimiento Visual Kei. Es más, si nos ponemos así, la profunda melancolía de las baladas de Hikaru Utada conecta directamente con el pathos de su madre, la reina del enka Keiko Fuji, y con la sensibilidad de aquella era más que con la new music.
Dúos como Puffy AmiYumi (que básicamente su función era reencarnar a una nueva versión de The Peanuts noventera) construyeron toda su carrera sobre la herencia del beat-pop de los 60 por temas como Circuit no Musume (entre muchos otros), mientras que el productor Tsunku♂ ha inyectado ritmos y arreglos de la era GS en muchos de los éxitos para Morning Musume y el resto de Hello! Project. Por ejemplo Joshi Kashimashi Monogatari de las citadas Momusu es un ejemplo perfecto: ese bajo caminante, el ritmo go-go, los intermedios hablados... tiene bastante de kayōkyoku de finales de los 60. A lo largo de la historia de H!P hay constantes guiños al Showa Kayo, que incluye el GS, el enka17 y el disco de los 70. Son expertos en evocar esa nostalgia.
Y luego está el guiño más masivo de todos: AKB48. En 2013, el mega-grupo de idols lanzó el single Heart Ereki (Corazón Eléctrico). La portada es un homenaje descarado, con las miembros, lideradas por Haruna Kojima, vestidas con uniformes de estilo militar idénticos a los de las bandas de GS. La propia canción, con su riff de guitarra pegadizo y su aire retro, es un claro tributo a esa era. Es la prueba definitiva de que el GS ha trascendido la subcultura para convertirse en un arquetipo estético y sonoro en el imaginario colectivo de Japón.
Es más, si miramos el panorama actual, el legado del GS es mucho más evidente en el pop japonés mainstream que el de Happy End. Grupos como Mrs. GREEN APPLE18, con su pop-rock melódico y accesible, heredan directamente la tradición de los GS: melodías pegajosas, estética juvenil y una conexión inmediata con el público. Incluso el debate sobre cantar en inglés o japonés, simbolizado por la "Controversia del Rock en Lengua Japonesa" entre Yuya Uchida (que abogaba por el inglés) y Happy End (que defendía el japonés), parece menos relevante hoy, de hecho toda esta batalla era ajena para la gran población en su día. Y mismamente los GS ya cantaban en japonés, demostrando que el rock podía ser en ese idioma sin perder su esencia, por lo que esa lección perdura.
Conclusión
Entonces, ¿qué fue el Group Sounds? ¿Una explosión de creatividad juvenil o un producto prefabricado por la industria? La respuesta es que fue ambas cosas a la vez. Fue una contradicción andante, vestida con trajes de corte militar y armada con una guitarra eléctrica. El GS fue el cimiento, sí, pero no uno pulcro y perfecto; más bien caótico, impuro, lleno de las tensiones entre el arte y el comercio, entre la imitación y la creación. Y es precisamente esa impureza, esa energía conflictiva, lo que lo hace tan fascinante y, sobre todo, tan importante.
Porque sin el Big Bang del Group Sounds, sin su ruido, su furia y su posterior colapso, el paisaje musical japonés sería un páramo silencioso. No habría existido el ímpetu de Happy End por "hacerlo bien". El Shibuya-kei no habría tenido ese baúl de los tesoros estilísticos que saquear. Y una idol del siglo XXI no podría enfundarse un uniforme retro para vender millones de discos, porque el arquetipo no existiría.
La próxima vez que escuches un riff de guitarra pegadizo en una canción de J-Pop, una melodía con ese regusto agridulce tan japonés, o veas a una banda con una estética impecablemente retro, detente un segundo. Piensa que de alguna manera, lo que estás escuchando es el eco de aquel estallido cultural, todavía estás sintiendo las réplicas de su Big Bang. Porque en 1966, Japón no solo escuchó un estruendo: presenció el nacimiento de su modernidad pop.
Intentaré hacer una playlist con canciones de estos grupos mencionados para el próximo express (a día de hoy me está costando encontrar cosillas), aunque esta vez no prometo nada…En fin ¡nos vemos el viernes que viene!
Una de las bandas que mantiene viva la llama del GS con su estética retro y sonido que evoca los años 60. Ah y sí, la idea era sacar el Express junto a este texto a modo de acompañamiento por ese lanzamiento. Pero entre que no me dio tiempo y que por ahora resulta que solo lo han sacado en físico…así que la reseña tendrá que esperar unos días.
Género pop japonés tradicional con melodías pegajosas y letras sentimentales. Fue el terreno fértil donde el GS plantó sus raíces.
Que también era el jefazo del programa musical The Hit Parade que se emitió en los 50 y los primeros 70 en Fuji TV.
Y ¿los únicos? Salvo Yoko Ono creo que tiene que estar así la cosa.
Ojo a esto de Akiko Nakamura y The Jaguars por cierto:
Una de ellas terminó casándose (y divorciándose) con Kenji Sawada.
Que justamente sacaron un single conjunto con las Pinky Chicks. Buena portada hecha por Aquirax Uno por cierto:
Y de PYG, un proyecto post-Tigers que incluía a Kenji Sawada y más gente que formaban parte de grupos GS. Sí, algo así como un supergrupo allá en los primeros 70.
Si, la de Kyu Sakamoto que se conoció internacionalmente como Sukiyaki.
Que también se pueden asociar al minyo, canciones tradicionales de la época Edo, solo que actualizado, más centrado a la protesta de manera algo satírica.
No solo por los uniformes maoístas o la época hípercomercial de 1983 del trío, sino porque bastantes canciones eran composiciones de terceros y líricamente no buscaban ser muy profundos por lo general.
Casi toda la de Japón tiene ese sesgo realmente.
El tema homónimo es un claro homenaje a la canción de bienvenida de The Beatles:
Que podéis ver el momento al principio del texto, así comparáis con el tema de Plastics.
Tenéis el disco aquí:
No me los imaginaba así hasta que vi un artículo en Natalie relacionado con el tema del texto donde iban de esta guisa:
Curiosamente muchas componentes de los primeros años, cuando sacaban disco en solitario, tiraban hacia el enka.
El grupo sin duda más popular de los últimos años en Japón.
Buenísimo post, un tema muy entretenido, interesante y muy bien narrado. No sabía mucho de este movimiento musical, así que aprendí un montón =)
Increíble! Muchas gracias! Es todo apasionante. Estoy deseando volver a Japón a pillarme algunos discos de los grupos que hablas!